Hoy en la sección: "Esclerótico hace cosas", Continuamos escribiendo una historia (Capítulos XIX, XX y XXI)
Capítulos anteriores:
Capítulo I: https://emiconem.blogspot.com/2021/10/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulo II: https://emiconem.blogspot.com/2022/01/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulo III: https://emiconem.blogspot.com/2022/05/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulos IV y V: https://emiconem.blogspot.com/2022/06/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulos VI y VII: https://emiconem.blogspot.com/2022/08/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulos VIII al XI: https://emiconem.blogspot.com/2022/08/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace_13.html
Capítulos XII y XIII: https://emiconem.blogspot.com/2022/11/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulos XIV al XVI: https://emiconem.blogspot.com/2022/12/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulos XVII y XVIII: https://emiconem.blogspot.com/2023/06/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulo XIX: Criptabros.
Emil corrió entusiasmado desde el templo de los Estetiotienses hacia la entrada al túnel donde podría encontrarse de nuevo con Greg, el extraño ser de angelical rostro humano y múltiples tentáculos que vivía en otra dimensión. Tenía una oferta que tal vez le podía servir de ayuda en el momento de negociar con él, y si “Este tío” no mentía en la información que le había dado, la opción de abrir una tercera salida sería el mejor plan para llegar al castillo y poder reclamar al Rey que le fuera devuelto su puesto de héroe.
Se sentía bien.
Quizás había tenido alguna pequeña molestia que podría pasar desapercibida. Cosas normales. Pero ninguna torpeza. Nada de miembros del cuerpo dormidos, pérdida de fuerza o sensibilidad, problemas de visión o los molestos hormigueos que había tenido cuando, supuestamente, Emeral le diagnosticó un mal que le afectaría “toda la vida”. Aunque estaban también esos sueños que había tenido en los momentos de pérdida de consciencia. Pero bueno, solo habían sido eso. Sueños.
Se sentía capaz.
Con paso firme y seguro, avanzó por la rocosa y húmeda cueva que conectaba mágicamente dos puntos lejanos del mundo que conocía, con fé absoluta de que muy pronto, pasarían a ser tres.
– ¡Greg!, ¿Estás por ahí?, ¡Necesito hablar contigo!
Emil había pasado recientemente, en un viaje de ida y vuelta, por el pasadizo escavado en piedra en busca del botín de la Bolsa de deseos y no había visto a nadie. Pero no se había planteado que necesitaba reencontrarse con el primo de Fred, hasta ahora.
– ¡¿Hola?!, ¡¿Greg?!
A pesar de la insistencia solo se hizo presente el silencio, interrumpido por alguna gota de agua que aun caía del techo húmedo para estrellarse contra el suelo. Ese sonido clásico amplificado por el eco, y que lógicamente podría escucharse en una cueva vacía como aquella, que hacía solo unas horas había estado sumergida bajo el agua.
– Con esto sí que no contaba… Si no aparece, no conseguiré que abra una tercera puerta para llegar al castillo… – pensó Emil en voz alta.
De repente, algunas piedrecitas parecieron rodar sin motivo, la pared se desplazó de una forma bastante más viscosa de lo que cualquiera esperaría que una roca pudiera moverse, y el increíble camuflaje de Greg desapareció gradualmente, haciendo que dejara de confundirse con el fondo para mostrarse a escasos centímetros de la cara de quien lo había estado reclamando para una supuesta negociación.
– Así que te lo han contado. – Dijo finalmente.
– ¿Es cierto?, ¿Puedes abrir una tercera salida hacia una habitación del castillo? – Preguntó el guardia, yendo directo al grano.
– Me imagino que te habrán explicado que esto suele hacerse como castigo a la persona que abrió los portales, ya que el lugar al que irá la maldita tercera salida será un sitio en el que haya sufrido una experiencia traumática, obligándole a revivirla y... ya sabes, hacer que le afecte psicológicamente.
– ¿Cómo castigo? ¿Por qué motivo habría un castigo?
– Por ejemplo, por dejar el túnel abierto.
– Me dijeron que en la habitación a la que apuntaría la puerta, a Emeral le habría pasado algo traumático, pero no sabía que eso se usaba como castigo. – Informó Emil – Bastaría con que ella no use esa salida y cierre por fin el túnel, ¿no? – Añadió después en tono negociador.
– Precisamente estará obligada a pasar por ahí y volver a visitar ese lugar. Por eso es un castigo que usamos a veces contra algunos hechiceros.
– ¿Y si no lo hace?
– En ese caso la experiencia que intenta ignorar tomará una forma horrible e intentará matarla. – Explicó Greg con su expresión más seria – Aunque muchos hechiceros prefirieron eso a volverse locos por tener que revivir el trauma. Y la verdad, no les culpo.
– Lo he pensado mucho y creo que es la única forma de volver al castillo, por eso creía que podría convencerte.
– No sé si es que te importas demasiado a ti mismo o Emeral te cae tan mal como para desearle pasar por eso.
Emil reflexionó unos segundos antes de contestar. Tenía que elegir cada palabra con cuidado si no quería arruinar esta oportunidad de volver a su puesto y demostrar que se sentía de nuevo recuperado para ser el de antes.
– Se que no he hablado nada bien de ella, y no, no me cae especialmente bien después de que me dejará aquí tirado. Pero también, por lo poco que he conocido de Emeral, creo que es precisamente la clase de persona con recursos suficientes para superar algo así sin problema, ya fuese enfrentándose a su experiencia directamente o en forma de horrible criatura.
– En eso tienes razón – Afirmó Greg mientras su torso parecía levitar ligeramente en el aire apoyándose por sus numerosos tentáculos. – Pero no quisiera hacerla pasar por eso si no fuera estrictamente necesario, ni tampoco que piense que la estoy castigando por haberse dejado el túnel abierto. Emeral sabe que somos amigos y no es algo a lo que yo le de ninguna importancia.
– Yo se lo explicaré cuando la vea. Estoy seguro de que lo entenderá. – Quiso finalizar el joven guardia. – Al fin y al cabo me lo debe por haberme dejado tirado tan lejos del lugar donde tenía numerosas obligaciones.
La criatura miro durante unos segundos al techo, pensativo, y luego dirigió sus ojos entrecerrados hacia el joven que intentaba convencerle de que hiciera algo que podía dañar a su colega.
– No. Definitivamente no estaría bien. – Terminó por decir antes de darse la vuelta dispuesto a marcharse para poner fin a la conversación.
– ¿Y si te ofrezco algo a cambio? – Interrumpió Emil
Greg se detuvo.
– Si me ofreces algo… ¿Cómo qué?
– Algo con lo que podrás contemplar tu belleza cada día y a la vez adornar tu cueva.
La criatura de muchos tentáculos se giró y miró de nuevo a su interlocutor.
– Si estás pensando en que coloque aquí un ridículo espejo has de saber que no me gusta la idea. Con las subidas y bajadas del nivel del agua pueden acabar cayéndose y rompiéndose, y ya sabes lo que dicen de la mala suerte que trae eso.
– Me refiero a algo mucho mejor, más valioso y que supone un honor mucho mayor hacia tu grandeza que un soso y ridículo espejo. – Anunció Emil sabiendo que sus próximas palabras empezarían a suponer una tentación para que Greg se pensara si merecía la pena ayudarle.
– Estoy hablando de un retrato concebido con maestría por un pintor de gran habilidad, que seguro sabrá captar todas las cualidades que te convierten en un ser único e irrepetible. – Continuó el guardia adulando a su interlocutor.
Greg sonrío experimentando una felicidad que hacía tiempo que no había sentido. Sus ojos brillaron por un instante y notó como sus gelatinosas extremidades serpenteaban juguetonas haciéndole elevarse lentamente, mientras soñaba despierto por contemplarse en una obra artística que transmitiría su belleza y personalidad, incluso a futuras generaciones, que la descubrirían, restaurarían y cuidarían como un gran tesoro al que admirar para sentir en sus corazones la dicha de estar ante la presencia de la que, para muchos, sería clasificada como pintura más bella jamás pintada.
Como estuvo sumergido en sus fantasías un buen rato, Emil, impaciente, tuvo que interrumpirlo.
– ¿Y bien, qué te parece?
– ¡Un momento!, ¿La pintura no se estropeará con el agua? – Dudó la criatura, saliendo de su ensoñación de forma repentina.
– No te preocupes por eso. Existen pinturas resistentes al agua, y cuando Emeral pase por aquí y le de las explicaciones pertinentes, ella te ayudará a tratarla con magia para que tu encantadora imagen dure para siempre.
– Mmm. Está bien. Tráeme a quien pueda retratarme y, si me gusta, abriré la tercera salida del túnel. – Aceptó finalmente la criatura.
El joven guardia celebró de forma disimulada y contenida su poder de disuasión levantando el puño en señal de victoria cuando Greg no miraba. Luego se puso serio y carraspeo antes de continuar hablando.
– Me pondré en marcha ahora mismo. Gracias por todo.
Se dirigió entonces, derecho hacia a la entrada del túnel que daba acceso a los pozos de la Bolsa de deseos, tal y como había planeado.
– Ya decía yo que no era normal que pasaras tanto por este tunel… Está claro que te ha encantado mi aspecto y quieres verlo inmortalizado para que dure eternamente. – Presumió Greg para sí mismo mientras se peinaba con uno de sus viscosas apéndices y contemplaba a Emil alejarse.
Y así, el joven, pudo recorrer el pasadizo de forma inversa hacia la zona de las esclusas donde había dejado caer su uniforme y su espada, recogiéndolos y poniéndose ambos de nuevo ahora que no resultaba un impedimento llevar peso. Luego atravesó las enormes y oxidadas puertas que controlaban que, en caso de que hubiera agua, esta no escapara al exterior, y subiendo finalmente por las escaleras de uno de los pozos que solía encargarse de recoger los beneficios de la ya desmantelada Bolsa de deseos, llegó por fin, tras una larga caminata por el bosque, a la playa donde había visto por primera vez al pintor retratando al señor Walls. Sin embargo, por desgracia, Emil no dejaba de encontrarse un obstáculo tras otro y en ese lugar ya solo quedaba el cuadro a medio terminar, pero no estaba el artista. Además, empezaba a anochecer en la Península de Sueminenfi y muy pronto todo estaría demasiado oscuro como para ponerse a buscar.
El extraviado guardia del castillo pensó que las estrellas ya no tardarían en dejarse ver sobre la negrura del infinito universo, fingiendo la apariencia de simplemente parpadear con su luz, aunque él sabría que lo que en realidad estarían haciendo sería carcajearse de la mala suerte de quien había sido un gran héroe y ahora solo tenía las botas llenas de arena de playa.
– Jajaja. ¡Estaba seguro que la fortuna nos volvería a reunir, señor Conviene! – Gritó el Señor Walls de repente desde detrás de unos arbustos, con una gran sonrisa en la cara y acercándose confiado hacia el joven guardia, como si no hubiese intentado estafarle hace tan solo unas horas.
– Es Coneme, pero mejor llámeme Emil, señor timador – Contestó el guardia con un poco de tristeza y bastante resentimiento.
– De acuerdo, es justo, es justo. Me guardas rencor y me lo merezco, pero ¿sabes qué? – Preguntó el señor Walls cuando estuvo delante del chico – ¡Yo he sido una víctima igual que tú! – Añadió colocándose la mano derecha sobre el lado izquierdo del pecho, tratando así de mostrar en su gesto la apariencia de un hombre de honor.
– Fue una auténtica injusticia. La Bolsa de deseos nos prometió poder y riquezas, pero salió mal… Y por supuesto yo también lo perdí todo. Es inevitable. Es… ya sabes, es…– Dudó el hombrecillo. – Las zancadillas que pone la vida.
– ¿Me va a decir ahora que no era usted el inventor de aquella estafa?
– ¿Qué? ¿Estafa? ¡De eso nada! ¿Es que no lo ves? No hubo tal cosa, solo tú y yo, juntos ante la vida colocándonos obstáculos, los dioses poniéndonos a prueba, la naturaleza transmitiéndonos sus crueles enseñanzas, el día a día tratando de frenar nuestras ansias de crecimiento… ¿Sabes de lo que te hablo, verdad?
Emil se acordó de todos los problemas que habían ido apareciendo en su camino y se sintió identificado.
– Bueno… Un poco sí que me suena.
– ¡Pues no debes preocuparte más por eso que te atormenta, compañero! Está todo resuelto.
– ¿Ah, sí?
– ¡Por supuesto! Porque los tipos como tú y como yo, estamos hechos para recomponernos, para volver más fuertes y mejor preparados. ¡Nos sale natural, porque el éxito nos acompaña allí donde vayamos! – El señor Walls señaló al horizonte, donde la mitad del sol ya se había escondido y dejaba ver una bonita estampa, al reflejarse con una ligera distorsión sobre las ondulaciones de las olas del mar.
– ¿Lo sientes, verdad? – Preguntó el hombre de negocios con los ojos ligeramente llorosos.
– ¿La brisa marina?
– ¡No, maldita sea! ¡El éxito!
– Mire… ya no me queda dinero así que…. – Interrumpió Emil con cara de agotamiento.
– La verdad, no entiendo porque no acabas de entender las enseñanzas que quiero transmitirte, hijo. A pesar de que la fortuna te persigue, siempre parece que quieras huir de ella. No lo entiendo. De verdad que no lo entiendo.
Walls le cogió la mano izquierda a Emil y le incitó a abrirla, luego se metió la mano en el bolsillo y saco de él unas monedas que le puso sobre la palma.
– Mira, si es tan importante para ti, aquí tienes el dinero que perdiste en la bolsa y que he recuperado para que veas que puedes confiar en mí.
– Oh, gracias.
El joven se dispuso a cerrar la mano para agarrar su dinero, pero Walls Wolf fue mucho más rápido en el gesto y se lo quito de nuevo sin que lo viera venir.
– Aunque tú no quieres esto, ¿Verdad? No, claro que no. Esto solo son migajas y tú te mereces toneladas de oro, piedras preciosas, palacios, tierras…
– ¿Qué?, ¡No! Si lo quería. – Emil, en un intento desesperado de alcanzar sus monedas, extendió el brazo, pero solo pudo atrapar un poco de aire cuando el hombrecillo le esquivó con una agilidad sorprendente.
– Lo comprendo, porque un tipo tan listo como tú era lógico que no tardara en darse cuenta de que no solo me he recuperado de las pérdidas, si no que volveré a ser realmente el hombre más rico y glamuroso de esta península gracias a mi nuevo descubrimiento… Que por supuesto estoy dispuesto a compartir contigo. ¡Mi gran amigo!
– De verdad que yo me conformo con recuperar mis monedas y volver a mi trabajo.
– No te preocupes, compañero, te garantizo que esta vez es un negocio seguro. Confía en mí. Fue precisamente gracias a conocerte que he descubierto que la unión hace la fuerza y que los más listos debemos asociarnos y apoyarnos. Es por eso que me junté con un grupo de personas formidables y exitosas, y decidimos hacernos llamar… ¡Los Criptabros!
– ¿Criptaque?
– Sorprendente, ¿verdad? Lo sé, es una denominación que me pone el bello de punta de solo pronunciarla. Pero no voy a presumir de que se me ocurrió a mí.
El hombrecillo de media estatura puso como pudo su mano sobre el hombro del joven guardia y comenzó a guiarlo de nuevo el interior del bosque, que en esta ocasión estaba bastante oscuro. Así, Emil se estaba viendo arrastrado de nuevo hacia algo que no le daba buena espina. Con todo, recordó que el señor Walls conocía al pintor y es posible que supiera donde encontrarlo.
– Disculpe…
– Si, sé lo que vas a decir, tú eres demasiado inteligente y ya lo habías oído antes, ¿Verdad? Sin duda el negocio de las criptas es lo que ahora atrae toda la riqueza ahora. Ya lo creo.
– No, yo solo quería saber si sabía dónde puedo encontrar al pintor que estaba antes retratándole a usted en la playa.
La penumbra parecía haber cubierto todo y se hacía difícil caminar entre árboles, matojos y palmeras, pero Emil y Walls pronto vieron unas luces al fondo y se dirigieron hacia ellas.
– Oh. ¿Ese pobre artistilla? Vuelve a estar a mi servicio, si. Yo siempre seré su mecenas, pero sigue obsesionado con encontrar algo que pintar que sea capaz de inspirarle. – Contestó Walls. – No es como nosotros, me temo. Es un idealista condenado a vivir en la miseria por su falta de ambición. Si no fuera por mí, estaría perdido para siempre.
– Menos mal que estoy para generar riqueza, si no, no sé qué sería de la gente como él. – Presumió.
– Emm, vale, pero… ¿podría hablar con él?
– Sí, claro, como te veo decidido a unirte a los Criptabros, puedo anunciarte que nos encontraremos con él y algunos empleados más en la Cripta piloto.
El hombre de negocios bajó la voz, como si intentara que nadie más pudiera escucharles.
– En cuanto solucionemos… ya sabes, el asunto del pago de la membresía. – Susurró
– ¿La qué?
– La membresía, chico. La verdad, eres el tipo más avispado que he conocido, pero hay que explicártelo todo. – El señor Walls se detuvo delante de una lámpara encendida que había sido colocada previamente en mitad del bosque y la cogió para iluminar y seguir un camino.
– Es el abono inicial para poder unirte a los Criptabros y entrar en el lucrativo negocio de las criptas y todo lo que las acompaña. Y es que vas a tener la gran oportunidad de comprobar que es un mundo apasionante que no deja de evolucionar y que no tiene posibilidad de pérdidas. A fin de cuentas todos los seres mueren, y que mejor manera de honrar la memoria de alguien querido que guardando el cuerpo en un lugar acogedor y espacioso para el resto de la eternidad. ¿No crees?
– Pero ya le dije que no tengo dinero. – Se quejó Emil
Por fin, Emil y el señor Walls llegaron a un claro en el bosque iluminado por varias lámparas en el que parecían reunirse un grupo de unos cinco hombres de edad, raza y estatura variadas portando picos y palas alrededor de una pequeña caseta de piedra cuya entrada estaba adornada con una puerta enrejada de hierro, cuyos barrotes parecían haber sido moldeados para tomar elegantes formas curvas inspiradas en hojas, flores, ramas y raíces.
– No te preocupes, tu uniforme nos servirá como pago y será tu aportación para que estos entregados trabajadores aquí presentes, puedan seguir minando criptas para nosotros.
– ¿Mi uniforme?, ¡Pero lo necesito para volver al trabajo!
– A ver, chaval, de verdad que me esfuerzo constantemente para ayudarte a que no dejes escapar la fama y la fortuna cuando la estas rozando con los dedos. ¿Dónde está tu visión de futuro?, ¿Tu valentía?, ¿Tus ganas de arriesgarlo todo por el porvenir prospero que tienes delante de los ojos?, ¿Qué es un estúpido uniforme barato en comparación con toda la riqueza que te estoy ofreciendo?, ¿Acaso crees que vas a necesitarlo?, ¿Para qué?, ¿Para trabajar?, ¡Si vas a ser inmensamente rico!, ¡Qué trabaje otro para ti!
– Vale, vale, está bien, te daré mi espada si a cambio me dejas que hable cuanto antes con el pintor.
– Jaja. ¿Lo habéis oído chicos? El chaval no quiere separarse de su querido uniforme y quiere que nos contentemos solo con la espada. Jaja. Pero lo comprendemos, ¿verdad? Somos buena gente.
Los mineros se quedaron mirando y no hicieron ademán de contestar o reírse del peculiar humor de su jefe.
– Vale, no te preocupes, no solo te dejo quedarte con tu uniforme, sino que además, yo mismo me encargaré de empeñar tu espada y transformarla en un buen dinero con el que poder seguir expandiendo nuestro imperio. – Dijo el hombrecillo en tono paternal. – Para que luego te quejes de que no te hago gran parte del trabajo para ponerte las cosas fáciles.
– Pero bueno. Ahora… Tranquilo. Acompáñame a la cripta piloto y podrás tener unas palabras con mi amigo el artista. Aunque estoy seguro que se te ha ocurrido algún asunto del que no quieres compartir las ganancias, ¿eh pillín? – Añadió.
El señor Walls recibió la entrega que hizo Emil de su espada. Esta tenía el filo un poco mellado, pero también una bonita hoja que brillaba reflejando la escasa luz del entorno y estaba elegantemente adornada con dibujos dorados en su empuñadura. Después, guió al joven guardia hacia la entrada de la cripta, se sacó una llave del bolsillo donde tenía las monedas que hacía un momento no había querido devolver, y abrió la verja para que pudieran acceder al interior, no sin antes carraspear y sonreír disimulando como si nada hubiera ocurrido cuando uno de los mineros se cayó al suelo y se hizo evidente que se trataba de una pintura sobre una silueta recortada en un trozo de madera y no una persona de verdad.
Mientras bajaban unas escaleras, Emil no pudo evitar ilusionarse con que el pintor que acompañaba a Walls Wolf siempre hacía un buen trabajo y sin duda serviría para convencer al bueno de Greg.
– Para que veas que yo siempre cumplo, aquí tienes a Vann Téttmalin, el retratista que ya viste en la playa y que trabaja para mí. – Dijo el señor Walls cuando llegaron al final de la escalera.
El interior de la cripta era reducido y sencillo. Simplemente habían escavado una pequeña habitación en la tierra a cuyas paredes añadieron algunas oquedades rectangulares donde colocar unos ataúdes. Por otro lado, en el centro de la estancia, bastante bien iluminada con velas en las paredes, Vann; el pintor, disponía de herramientas de pintura y una mesa de trabajo, sobre la que tenía apoyada una figura plana fabricada en madera, sobre la que estaba dando las últimas pinceladas de lo que sería una persona con una pala apoyada en el hombro.
Al verlo, Walls Wolf corrió para tapar como pudo con su pequeño cuerpecito, la revelación de que su nuevo encargado de minería de criptas era falso.
– Señor, el trabajo está casi listo, así que espero que esta vez sí pueda darme algo de dinero. – Dijo el pintor sin mucho entusiasmo, ni ganas de saludar.
– ¿Qué?, ¿Quieres dinero?, ¿Acaso no ves que te estoy pagando con visibilidad? – Protestó el hombre de negocios – ¿Sin mí como crees que te iba a encontrar este tipo que viene a contratarte? – Añadió.
– ¿A contratarme?
Vann dejó sus pinceles sobre la mesa, se limpió las manos con un trapo manchado con decenas de colores distintos, y dirigió su mirada hacia un Emil que se había quedado petrificado ante la posibilidad de que tuviera que pagar por los servicios del artista.
Necesitaba un plan. Aunque tuviera que actuar con un engaño similar a los que usaba con el mismo el insistente señor Walls.
– Emmm… Bueno, no, mi idea no era contratarte, si no… Tal vez ofrecerte un modelo realmente bello e inspirador que podrías retratar… Pero solamente si tú quieres, por supuesto. – Acertó tímidamente a decir el joven guardia del castillo.
El pintor entrecerró los ojos y miró a los recién llegados con cara de pocos amigos ante las ofertas que le estaban haciendo. Luego se tocó la barbilla, pensativo, y se dirigió hacia quien le había hecho la última proposición.
– ¿Tan inspirador sería ese modelo como para poder, por fin, pintar algo que me llene como artista? – Preguntó finalmente.
Walls Wolf y Emil se miraron el uno al otro y luego el primero se encogió de hombros.
– Se trata de una de las criaturas más hermosas que he visto en mi vida. – Acertó a contestar el guardia, esta vez con sinceridad y sin manipulaciones.
Los ojos de Vann Téttmalin se iluminaron al instante y se dibujó una inevitable sonrisa en su rostro, pero entonces se detuvo, carraspeó y contuvo su interés para negociar sobre los beneficios económicos de su posible nuevo encargo, ya que obviamente no iba a poder alimentarse solo de mejorar su destreza y contentar su alma de retratista.
– Está bien, pero aceptaré pintarle solo si puedo hacer varias copias y vender algunas. – Exigió.
– Sí, claro, por supuesto, como no, estoy seguro de que no habría ningún problema – Contestó Emil sabiendo que Greg estaría encantado de ser admirado en reproducciones suyas distribuidas por todo el reino.
De pronto el señor Walls se golpeó con el puño derecho en la palma de la mano izquierda.
– ¡Claro!, ¡Eso es!, ¡El negocio del siglo! – Interrumpió.
– Queridos amigos, ¡si aprovechamos esto, podemos vender a la gente la imagen mental de ver tus cuadros y conservarlos en su memoria, solo convenciéndoles de que contemplarlos durante unos segundos transmite un código mágico que los hace únicos para sus sesos, y que los van a poseer para siempre en su subconsciente. ¡Sin que otra persona pueda tener esa misma obra con ese mismo código! – Planeo Walls Wolf – Vendiendo la exclusividad de algo que ni pueden tocar… ¡Nos forraríamos! – Continuó explicando con ojillos brillantes. – Claro, claro. Eso es, ¿Verdad que es genial? Los llamaremos Ene Efe Tes – Siguió el hombre de negocios.
– ¿Ene Efe Tes? – Se atrevió a preguntar el pintor.
– Enelseso Efectivamente Tesehaquedao. – Contestó Walls.
– Pero eso ni siquiera estaría bien escrito… Ni pronunciado. – Quiso corregir Vann, que tenía muchas dudas sobre aquella extravagante idea.
– Creo que es mejor que descansemos un poco y nos pongamos en camino por la mañana temprano para que te pueda presentar el modelo que te prometí. – Interrumpió Emil
– Esto… Si, tienes razón, dormiremos un poco aquí mismo y así dejaremos al señor Walls seguir planeando sus negocios…
Y Vann Téttmalin, junto con Emil, se fueron a descansar sobre el suelo de la cripta, en el primer rincón donde pudieron hacerse un hueco, mientras Walls Wolf, ofendido, dedicó media hora a quejarse de la poca visión de negocios que tenían los jóvenes, media hora más a advertirle al pintor que poseía mucha influencia y lograría que no volviese a trabajar para nadie en esa ciudad, y algunos minutos extra a arrepentirse por haber intentado compartir sus conocimientos de emprendedor con aquel par de desagradecidos. Todo, justo antes de caer rendido y soñar, seguramente, con toneladas de oro.
Capítulo XX: Política ósea.
En el otro mundo, aquel donde residen los empleados de gestionar el final de la vida, llegado el momento, KØrt; la Muerte de los jugadores de cartas y Åntall; la de los jugadores de dominó, trataban de comprender las reglas para echar una partida de parchís. Mientras tanto, DhØt; la Muerte Suprema, aunque parecía moverse haciendo un esfuerzo por caminar, en realidad se limitó a flotar a través de aquellas tierras grises y áridas donde, de vez en cuando, se dejaba ver el tronco seco de algún árbol que se había atrevido a intentar brotar en aquel lugar lleno de desesperación. La guadaña de quien miraba a través de dos intensas luces rojas que hacían las veces de ojos, sonaba constantemente por el viento que, al encontrarse con su afilada hoja, era seccionado sin remedio y se quejaba con un suave silbido. Así, tras mostrarse terrible a su paso y conseguir que, quien la viera pasar, entendiera que algo importante estaba a punto de discutirse, la jefa de aquella oscura y tenebrosa sociedad, alcanzó su trono: Un asiento con un alargado respaldo que llegaba casi hasta lo que podía considerarse el cielo y hecho de dura roca de color ceniza, sobre la que se habían tallado ornamentos simulando huesos y calaveras. Finalmente dio tres golpes en el suelo con el mango de su herramienta segadora de almas y se dispuso a aportar explicaciones de lo que estaba por venir.
– ¡Parece que últimamente se oyen rumores de que cada vez más de vosotras estáis decididas a apoyar a la hechicera para que haya un cambio de administración! – Dijo la Muerte hablando directamente al interior de los cráneos de sus subordinadas.
– ¡Parece que le dais legitimidad a que una humana, aun con vida, haya aprobado una oposición para mi puesto, a pesar de que todos sabemos que el procedimiento no es todo lo legal que debería y conocemos los planes que tiene, junto con los peligros que supone que pueda llevarlos a cabo!
– ¡Y por último…, También parece que hay quienes empiezan a pensar que ya no merezco estar aquí sentada por qué no estoy actuando con la justicia que debería!
– ¡¿Verdad?!
Dos puntos de color rojo se situaron sobre la el hueso frontal del cráneo perteneciente a la Muerte de los guardias para señalarle como la traidora que había iniciado todos los problemas. Mientras, el resto de sus compañeras se limitó a mirar para otro lado.
– ¡El procedimiento de acceso al puesto por oposición es perfectamente legal y puede ser accesible para cualquier ser, vivo o muerto, que haya adquirido suficiente conocimiento mágico para presentarse! – Se atrevió a decir la acusada.
DhØt se levantó y se dirigió levitando lentamente hacia la desafiante para enfrentarla cara a cara.
– Pero esto solo puede ocurrir si, quien está al cargo, está actuando fuera de las normas o ha sido destruido por alguien más poderoso, y dado que estoy aquí delante de tus condenadas cuencas oculares vacías, significaría que estas insinuando que mi mandato esta... – La calavera se acercó hasta casi rozar a la de su opositora – …salpicado por la corrupción. – Susurró la muerte Suprema en un tono amenazador.
– ¿Estas sugiriendo que mis actuaciones son corruptas? – Preguntó, esta vez de forma más calmada.
– Es ya bastante evidente que el Rey Dieff está siendo más longevo de lo que debería. – Contestó Vakt, que así se llamaba la Muerte de los guardias de castillo.
– ¿Y consideras que es algo malo que no debiera estar pasando?, ¿Crees acaso que no nos beneficiará la guerra que está preparando, junto con todas las traiciones e intentos de asesinato que se empezarán a mover pronto por el reino?
Susurros y discusiones en pequeños grupos se escucharon de fondo sin dejar entenderse ninguna conclusión o apoyo o uno u otro bando.
– ¡Habrá mucho trabajo, si, pero ganaremos poder, y luego podremos relajarnos cuando la población humana, que ya es demasiado numerosa, se reduzca significativamente! – La jefa se dirigía de nuevo a todas sus subalternas levantando sus brazos en señal de liderazgo.
– Además, os garantizo que no os iría mejor si esa maldita hechicera de poca monta invoca el artículo 12 – Continuó. – Las consecuencias a nivel de todos los universos y dimensiones podrían ser catastróficas.
– Yo también tenía dudas sobre Emeral al principio. Pero he comprobado que conoce bien las reglas y sabe que puede cambiar las cosas, mejorando nuestro trabajo, sin que haya ninguna consecuencia que pueda dañar ningún universo, ni dimensión. – Contradijo la Muerte de los guardias.
– No eres más que una estúpida si confías en que esa mujer tiene algún interés más allá de su propio beneficio. – Quiso cerrar la discusión la Muerte suprema. – Pero no te preocupes, porque vamos a decidir esto de otra forma que también está contemplada en las “reglas”, para que quedes contenta: Nos enfrentaremos en un combate y la ganadora se quedará con el puesto de Muerte Suprema.
– ¿Qué?, ¡¿Es eso posible?! – Dudó sorprendida la Muerte de los guardias.
– ¡Danyɐ! ¿Podrías, por favor, confirmar que lo que estoy diciendo es posible y totalmente legal, para que nuestra querida Vakt no dude de mi honorabilidad? – Reclamó DhØt a la Muerte de los jueces.
– Es correcto, mi señora. Puede hacerse. – Contestó escuetamente Danyɐ después de consultar un gran libro con leyes que hizo aparecer con sus huesudas manos de debajo de su túnica negra.
La muerte de los guardias empezó a ponerse nerviosa. No tenía ni idea de que aquello que su jefa acababa de anunciar era posible y tampoco podía imaginarse cómo lograrlo, pero empezó a temer por la vida de la hechicera, y también por su propia existencia.
– ¿Qué te pasa?, ¿No tienes nada que responder?, ¿Acaso pensabas que sería tan cobarde como tú y no iba a defender mi posición? – Se burló la Muerte Suprema
Pero Vakt, temblorosa, solo podía pensar en ese momento en si la hechicera tendría habilidad suficiente para enfrentarse a su jefa y, finalmente, la desesperación le hizo derrumbarse, con la mala suerte que en la caída se golpeó la tibia contra una roca provocándose una leve fractura, quedando dolorida en el suelo mientras DhØt se alejaba del lugar entre carcajadas.
– Maldita sea, si Emeral estuviera en el puesto ahora podría darme de baja. – Se quejó la muerte de los guardias.
– ¿De baja? ¿Qué es eso? – preguntó Fordely, que era la Muerte de los repartidores de comida.
– ¡Ayy! Es una idea que tuvo la hechicera para que pudiéramos ausentarnos de nuestras obligaciones cuando tuviéramos que recuperarnos por algún problema de salud. – Respondió Vakt, aun dolorida mientras trataba de levantarse y caminar.
– Así que baja… – Pronunció Fordely para sí misma, paladeando lo bien que sonaba aquella palabra.
– No sé cómo, pero tenemos que hacer que esa mujer gane como
sea. Llevo 50 años con la espalda destrozada y necesito una de esas cosas
llamada baja, pero ya. – Interrumpió MØbler; la Muerte de los mozos de descarga, con
lágrimas de felicidad cayendo desde las cuencas de su cara de cráneo.
Capítulo XXI: Liria en casa de Tito Cerebro.
La falta de descanso de Emil Coneme se hizo evidente cuando se
sumergió en un sueño que se sentía pesado y profundo. Volvía a encontrarse
frente al templo del ya conocido y misterioso ser llamado Tito Cerebro que
había visto en otras dos ocasiones, casualmente después de haber perdido
completamente la consciencia. Había sin embargo, esta vez, una diferencia: Sentada
en las escaleras, esperándole en lugar del aquel encapuchado que siempre
parecía intentar aconsejarle mediante telepatía, estaba su estimada amiga Liria,
que parecía disfrutar comiendo un aperitivo
de forma despreocupada.
– No está mal el sitio donde guardas tus pensamientos. Tienes de todo por aquí, hasta buena comida. – Dijo Liria cogiendo una fresa de un cuenco que sostenía en sus manos y echándosela a la boca.
– ¿Liria?, ¿Qué haces aquí?
– No te lo esperabas, ¿Verdad? Claro, ¿Cómo iba a estar yo en tu mente si te habías olvidado por completo de mí?
Liria lanzó hacia el guardia unas hojas que acababa de arrancar a la fresa que recientemente había masticado y tragado, y aunque la resistencia del aire logró que no pudieran alcanzarle, sus reflejos le hicieron ponerse en una pose de defensa muy poco digna.
Poco a poco el guardia recuperó su postura natural y, tras pensarlo un instante, simplemente prefirió no decir nada, limitándose a mirar como la chica seguía saboreando aquellas frutas cuyos colores verde y rojo destacaban por su intensidad. Poco a poco el cristalino de sus ojos hizo las gestiones necesarias para enfocar la boca de su amiga en primer plano y su mente se encargó de ralentizar el tiempo para que se deleitara del movimiento de aquellos labios a los que había deseado sin parar desde que habían pronunciado la frase “me debes un beso”. Tan brillantes, ligeramente humedecidos y de aspecto suave, se tensaban y relajaban de forma hipnótica, atrapando toda la atención del guardia del castillo. Sin embargo, de pronto, el mundo recuperó su velocidad real cuando el joven se pudo dar cuenta de que la boca con la que se había quedado embobado, trataba de decirle algo.
– ¿Emil?, ¿Hola?, ¿Me estás escuchando? – Interrumpió Liria
– ¿Qué? Si… Bueno, no. Me… me distraje un momento. ¿Qué me decías?
La mujer mostró una media sonrisa traviesa, dejó a un lado el cuenco con las fresas, se puso de pié, y gracias a que estaba descalza fue capaz de caminar silenciosamente en círculos alrededor de un Emil que cada vez se sentía avergonzado cuando la tenía a la vista y verdaderamente nervioso cuando estaba detrás y escapaba de su rango de visión.
– ¿Sabes? Ahora que estoy en tu mente puedo leer lo que pasa en ella… Y pasa que lo estás deseando… Lo estás deseando, pero sabes que te lo prohibí expresamente para que lo tuviéramos como recuerdo. – Reveló Liria consiguiendo que su amigo sintiera un suave cosquilleo en la nuca.
– Pero… Te contaré un secreto: Ahora mismo estás soñando, y puesto que eres consciente de que lo estás, se trataría de lo que llaman un sueño lúcido, lo que significa que puedes hacer que ocurra lo que tú quieras.
La sensualidad de la joven, que ahora le susurraba al oído, no era percibida en absoluto por ella misma, que simplemente se limitaba a informar; pero a través de los sentidos del guardia se convertía en una tortura bastante placentera que le hizo olvidar por un instante su objetivo de recuperar el puesto que le volvería a traer el estatus de héroe.
Emil tragó saliva.
– ¿Quieres decir que si lo deseo te echarías en mis brazos ahora mismo? – Acertó a decir tímidamente.
– Eso es. – Contestó Liria antes de volver a caminar para colocarse a la espalda de la presa de su improvisada seducción.
– ¿Pero sabes? – Pronunció la chica desde la retaguardia.
– ¿Qué? – Contestó el chico tratando de girar la cabeza para verla.
– Que si lo hiciera sabrías que no es mi estilo y sentirías que no soy realmente yo, sino más bien una ilusión.
Y acto seguido, Emil, notó el impacto punzante de un puñetazo en los riñones del que solo pudo quejarse con un gemido ahogado, ya que le hizo caer de rodillas y quedarse inmovilizado.
– Por eso has elegido justo lo que yo haría si fuera la Liria real. Mantener nuestra deuda.
– Ayyy ¿Por qué siempre haces eso? – Se quejó el guardia.
– Porque te fuiste, porque te olvidaste de mi y porque tenía que colocarte la espalda. Aunque para ser justos esta vez no he sido yo, has sido tú mismo.
– Ya veo…, pues ahora te vas a enterar.
De repente un cubo lleno de agua apareció sobre la cabeza de Liria y se dio la vuelta mojándola de la cabeza a los pies.
– Serás… Ahora mismo pienso morderte como venganza. – Anunció la chica mientras estrujaba un pico de la tela de su top para que dejara de gotear.
Y de repente un recuerdo se desbloqueó en la cabeza del guardia del castillo: Su amiga solía morderle el brazo a menudo, como protesta. Pero siempre procuraba hacerlo suavemente, como un juego que tenían entre ellos y que a él le encantaba. Ella se le quedaba mirando desde sus bonitos ojos marrones, con esa sonrisa que enseñaba un poquito de encía junto con sus dientes, que le dejaban una leve marca en la piel como efímero recuerdo.
Instintivamente el chico se acarició el brazo derecho, luego levantó la cabeza y pudo ver como a Liria le brotó una lágrima y acto seguido le sonrió.
– Gracias a todo lo que compartimos juntos para crecer como personas y a muchas cosas que hiciste para ayudarme, ya eres un héroe para mí. – Dijo la chica. – No necesitabas marcharte y hacer misiones de dudosa moralidad para el Rey si querías convertirte en uno. – Añadió.
– Yo te habría apoyado si hubieses tenido que irte y dejarme atrás para cumplir tus sueños.
– Tonto, no estoy diciendo que no esté orgullosa de ti, o que no te apoyara. Estoy diciendo que no le des tanta importancia si tienes que tomar otro camino a partir de ahora.
– No te preocupes, gracias al masaje que me diste ahora estoy mucho mejor.
– Dar un rodeo o tener que adaptarte a una situación o aceptar un plan B no te hará tan infeliz como piensas.
– Lo sé, pero bueno, ahora no tengo motivos para dejar lo que estaba haciendo.
– Vale, pero que sepas que no necesitas ser el más importante, ni ser recordado por todo el mundo, ya te admiraremos y recordaremos la gente importante.
Emil no contestó ante este último consejo de su amiga.
– ¡Y sonríe un poco, maldita sea! ¡¿Por qué te quedas tan serio!? – Gritó Liria por sorpresa.
Ambos se empezaron a carcajear, hasta que la joven se quedó inmóvil mirando fijamente hacia algo.
– ¿Ese gato negro que olisquea mis fresas es tuyo? – Terminó preguntando.
Y de pronto el joven guardia abrió los ojos y se encontró con la cara de Vann Téttmalin.
– Deberíamos irnos antes de que se despierte el chiflado del señor Walls y nos quiera dar alguna de sus famosas lecciones de cómo hacernos ricos en cinco sencillos pasos. – Susurró el pintor.
(Continuará...)
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