Hoy en la sección: "Esclerótico hace cosas", Continuamos escribiendo una historia (Capítulo XXIII y XXIV)
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Capítulo II: https://emiconem.blogspot.com/2022/01/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulo III: https://emiconem.blogspot.com/2022/05/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulos IV y V: https://emiconem.blogspot.com/2022/06/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulos VI y VII: https://emiconem.blogspot.com/2022/08/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
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Capítulos XVII y XVIII: https://emiconem.blogspot.com/2023/06/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulos XIX, XX y XXI: https://emiconem.blogspot.com/2024/07/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulo XXII: https://emiconem.blogspot.com/2025/04/hoy-en-la-seccion-esclerotico-hace.html
Capítulo XXIII: Un negocio mal repartido.
La acústica de aquella húmeda y rocosa cueva, conseguía que las ondas del más leve sonido rebotaran sin parar y llegaran siempre a oídos del ser que las habitaba advirtiéndole de cualquier visita, así que cuando Greg comenzó a escuchar los pasos de dos hombres, e inmediatamente después, reconoció la voz de Emil; el guardia que le había prometido un pintor capaz de retratar toda su belleza para convertirla en algo eterno, comenzó a ponerse nervioso y a prepararse para la ocasión. La criatura de muchos tentáculos planificó y ensayó su postura para tratar de impresionar al esperado profesional del arte mostrándole su lado más sensual, atractivo y sobre todo grandioso, pero sin llegar a resultar amenazador. Y es que para un ser de sus características, la línea entre seducir y atemorizar podía resultar a veces resultar difusa. Pronto vio aparecer dos figuras que se fueron poco a poco haciendo más y más cercanas, hasta contemplar como Emil empujaba hasta su presencia a un tipo al que había guiado por el túnel con los ojos vendados con una cinta negra. Un instante después, aquel hombre se encontró sintiendo como alguien tiraba de uno de los extremos que conseguían deshacer el lazo de la sedosa tela que le privaba del sentido de la vista, y finalmente, acompañaba toda la performance con una onomatopeya que imitaba la presentación del resultado de un elaborado truco de magia durante un espectáculo circense.
–¡Tarán!, ¡Te presento a Greg, la criatura más bella que podrás contemplar en tu vida! –Exclamó el joven Emil.
El elogiado ser, mezcla entre pulpo y persona, mantuvo su pose de presentación a pesar de que le empezaba a temblar el cuerpo a consecuencia del sobresfuerzo muscular con el que permanecer rígido, mostrando muchas de las formas perfectas que seguramente aparecerían en cualquier tratado de anatomía humana para artistas, junto con alguna más de su parte no humana que definitivamente no aparecerían en ningún manual.
–En realidad mi primo Fred es un poco más… –trató de pronunciar Greg sin despegar los dientes ni mover los labios, para no estropear su brillante sonrisa.
–Querido Greg, te presento a uno de los mejores pintores del reino: El gran Vann Téttmalin. –interrumpió el guardia para acabar las oportunas presentaciones cuanto antes.
En ese momento el pintor no pensó si quiera en mostrarse humilde y rechazar el título de “mejor” que acababan de asignarle sin haber competido en ningún certamen, ya que estaba demasiado ocupado con la boca abierta y contemplando con los ojos como platos las posibilidades artísticas, compositivas y el reto que le suponía crear una pintura teniendo aquel impresionante prodigio de la naturaleza, fuese de la dimensión que fuese, como modelo.
–¿Se encuentra bien tu amigo Vann… err…? –acertó a decir la criatura multitentáculo permitiéndose el lujo de relajar por fin tu postura.
–Vann Téttmalin. Si, si. Se encuentra bien. Solo… está fascinado por tu aspecto… Creo.
–Woooaaaah. ¡Después de tanto tiempo con el señor Walls, esta es la primera vez que me prometen algo y lo cumplen! –dijo por fin el pintor.
Y cogiendo de las manos al joven guardia no paró de agradecerle durante un buen rato por ofrecerle aquella oportunidad, cosa que consiguió que el ego de Greg, de paso, creciera un poco más. Luego, el pintor se acercó para estrechar uno de los tentáculos de su nueva y admirada referencia en señal de respeto y se dispuso a desplegar los utensilios de dibujo y pintura que cargaba a su espalda, para después efectuar mediciones observando a Greg tras su pulgar y un pincel.
–La verdad es que ahora me da un poco de vergüenza la manera en que me mira… –susurró de forma cómplice el bueno de Greg, a su compañero e inventor de aquella idea.
–No te preocupes, solo deja que el profesional trabaje mientras tú y yo hablamos de lo prometido. –propuso Emil, tratando de ir directo al grano.
–Ya… El portal, ¿verdad?
–Sí, he de llegar cuanto antes al castillo.
–Te comprendo… Pero me temo que aun no hemos terminado de cumplir todos los términos de nuestro acuerdo. –cortó el hombre-pulpo.
–Cierto y… disculpad que interrumpa, pero tampoco hemos hablado de mis condiciones. –añadió el retratista al percatarse de que, de nuevo se estaba dejando llevar por su admiración por lo estético sin pensar en que tendría que comer algo en algún momento y ya casi no le quedaba dinero.
Por un momento, Emil pensó que una vez más el destino se ponía en su contra y le plantaba literalmente un muro de piedra delante de la salida que por fin veía tan cerca, pero después se calmó y se consoló diciéndose a sí mismo que tan solo era cuestión de unos últimos retoques a su plan, lo que sería pan comido si ponía en práctica alguna de las técnicas que había podido aprender analizando al señor Walls.
–Esperad, me estáis diciendo que ahora que estáis tan cerca de lograr una gran hazaña… No, ¿qué digo una gran hazaña…?, de cumplir vuestros sueños…., No, espera, ¡De pasar a la historia!, ¿Vais a ponerle pegas al destino?
Ante aquellas preguntas directas del guardia. El pintor y su modelo solo acertaron a mirarse con cierta confusión. Y es que confuso estaba especialmente el primero, al que le sonaba un poco aquella forma de hablar.
–Vale, lo entiendo, necesitáis ganar algo de dinero, sin duda. Y yo también, claro. A todos nos vendría bien ganar un poco…
–Yo no lo necesito. –interrumpió Greg
–Pues yo un poco sí. –quiso dejar claro Vann.
–Lo sé, lo sé. Pero todos tenemos que pensar en las ganancias a largo plazo, porque si lo queremos conseguir todo ahora no nos pondremos de acuerdo, pero si pensamos en… en el… ¿Cómo era?
–¿El Mercado? –recordó el pintor.
–¡Eso es! el Mercado y… y… las inversiones, que se regulan solas…
–No, las inversiones no se regulan solas, lo que se regula solo es el Mercado –volvió a corregir Vann Téttmalin.
Estaba claro que el artista había pasado bastante más tiempo que Emil acompañando al ocurrente señor Walls.
–Mirad, no sé de que estáis hablando con eso del Mercado, pero yo solo quiero que este tipo haga un mural en mi cueva, en el que me saque bien guapo, y lo logre usando alguna técnica que sea resistente al agua. –Quiso zanjar Greg.
–¿Un mural resistente al agua? –preguntó el pintor en voz alta. –¿Por qué tiene que ser resistente al…?
Vann Téttmalin miró a su alrededor mientras meditaba por un segundo y después se contestó a sí mismo.
–Oh, claro, es cierto que este lugar es bastante húmedo.
–Sí, efectivamente ahora estoy siendo buen anfitrión y adaptándome a vosotros, pero por lo general suelo pasar largas temporadas inundando la cueva para vivir bajo el agua.
Emil, que había estado a punto de morir debido a esta circunstancia, ya conocía el dato, pero empezaba a sentir que su plan no avanzaba ni con trucos de estafador, que por otra parte acababa de darse cuenta de que no eran lo suyo.
–Vale, voy a dejarme de historias de negocios de los que no tengo ni idea y a tratar de pensar algo con lo que desbloquear esta situación. –se sinceró el guardia. –La parte más difícil, que era encontrar a dos personas con ideas que se manifestaran en un proyecto común ya está hecha, ¿no? –continuó.
Los otros dos seres vivos allí presentes se miraron durante unos segundos.
–Su… supongo. –acertó a decir al final el pintor, mientras se encogía de hombros y colocaba las palmas de sus manos extendidas mirando hacia el techo.
–Tú quieres un retrato que refleje tu grandeza y la convierta en eterna. –señaló Emil
–S… Sí, claro, ja, ja. –respondió Greg –Y gracias por lo de “mi grandeza”, tampoco es para tanto. –añadió con falsa modestia tras una pausa.
–¡Pues es perfecto, porque el señor Téttmalin desea, no solo pintarte, si no hacer copias y distribuirlas por todo el reino!
–¿Distribuirlas?, ¿Quieres decir que la gente de vuestro mundo querrá tener mi imagen en sus cuevas, casas o… donde sea que vivís los humanos? –preguntó el atractivo ser de otra dimensión.
–No solo donde viven, si no que la obra será expuesta en los mejores museos, galerías de arte, exposiciones al aire libre y cualquier otro lugar donde los seres humanos nos reunimos para contemplar con pasión las representaciones de las historias más increíbles a través de la pintura y sus placeres estéticos. –contestó Téttmalin poseído una vez más por la emoción que le provocaba su oficio.
Aquello le estaba sonando estupendamente bien a Greg, pero mucho mejor al joven guardia del castillo que veía como por fin los engranajes de su plan empezaban a ponerse en marcha y generaban movimiento de nuevo hacia su objetivo.
–Pues si se trataba de eso, creo que puedo aceptar que, si sale bien, claro está, se hagan copias de mi retrato para que muchas criaturas puedan contemplarme sin tener que pasar por mi cueva… –pensó en voz alta el atractivo ser de múltiples tentáculos.
–Está claro que te correspondería una parte del dinero que generase con las ventas de mi obra en concepto de derechos de imagen… –comentó el pintor con disimulo y en voz baja, tratando de ser legal pero con una mínima esperanza de que los demás renunciaran a la parte económica.
–Oh, no, gracias, ya os dije que no necesito dinero, así que solo quedaría resolver la parte de…
–La dichosa pintura resistente al agua… –interrumpió Emil que volvía a sentir como los problemas se presentaban ante él.
–Umm, es cierto que es un problema, ya que yo trabajo con óleo, que aunque es una pintura en base a aceites, lo que en teoría lo hace más resistente a humedad y cambios de temperatura, probablemente se vea afectada con tanta agua y sin un tratamiento adecuado para el mural.
A pesar de que las tres personas… Bueno, o mejor dicho, dos personas y una criatura de otra dimensión allí reunidas intentaban llegar a un acuerdo en el que todos obtuvieran lo que necesitaban, había un problema que aparentemente no tenía solución, provocando un bloqueo en el trayecto de la aventura del joven guardia, que le empezaba a dejar sin ninguna esperanza de recuperar su ansiado puesto de héroe.
Aunque a veces la suerte aparece en manos de la persona menos esperada.
–Ya sabía yo que aquí había negocio y me estabais dejando totalmente fuera de él, desde luego que sí. –Interrumpió el señor Walls, al que nadie oyó llegar desde lo más profundo de la cueva con el barullo de la discusión. –Pero no pasa nada, no soy rencoroso, y además me puede esa vocación que yo tengo por ayudar a los demás a conseguir el éxito... A cambio de un poco de oro, claro, que una cosa es ser solidario y otra ser tonto, y la oferta y la demanda están ahí por algo… –continuó murmurando mientras caminaba los últimos pasos hasta aproximarse a Emil.
Y después de dejar unos recipientes de lata en el suelo, hizo el esfuerzo de ponerle la mano en el hombro.
–¿Quién es este tipo? – preguntó con cierta duda Greg.
–¡Señor Walls! ¿Qué hace aquí?, ¿Nos ha seguido? – se quejó el pintor.
–¡Por supuesto que os he seguido, estúpido desagradecido!, y si no os hubiera seguido no habría nadie para traeros… Wow, la verdad es que este tipo es impresionantemente atractivo. ¿No tiene un agente que le busque trabajo en el mundo de la moda?, ¿Llego a tiempo? –Se asombró Walls al ver a la criatura multitentáculo, hasta el punto de perder el hilo de lo que intentaba decir.
–Espera… ¡Claro! Esas latas que lleva son las que estuvimos usando para tratar la pintura de las personas falsas que colocábamos en la cripta! –interrumpió Vann Téttmalin.
–¿Qué?, Ah, sí, claro. Eso es lo que iba a decir. Usamos un producto para tratar la madera que tenía que resistir estar a la intemperie sin problema, pero he escuchado lo que estabais hablando y tengo también el producto perfecto para esta ocasión. –Walls sujetó y levanto en el aire uno de los envases. – Aceite para Cuidado de piedra natural. Protector contra la humedad extrema para pavimentos y paredes de piedra natural, mármol, granito, travertino y acabados rústicos. – Anunció leyendo la etiqueta de la forma más comercial que supo para convencer a quienes ya veía como sus clientes.
–Vale, admito que suena bien, pero… ¿Qué nos vas a pedir a cambio? –se anticipó el joven guardia, que ya conocía el modo de funcionar de Walls Wolf.
–Eh, eh, relájate amigo. Ya sabes que soy una persona bondadosa y jamás me aprovecharía de esta situación en la que el Dios mercado me ha colocado. Una situación en la que solo yo tengo la solución que necesitáis y podría conseguir que accedierais a darme lo que sea por ella… No, no, no, yo no soy así… –El bajito hombre de negocios hizo una pausa. –Solo pido lo que me corresponde. ¿O acaso no somos inseparables socios vosotros dos y yo?
Vann Téttlamil se golpeó la frente con la palma de su mano derecha.
–No soy una persona codiciosa… ¿Sabéis? Así que creo que me bastaría con un… ochenta y cinco por ciento de las ventas de las pinturas que se hagan del señor pulposexy. –enunció su oferta Walls Wolf.
–Mi nombre es Greg, por favor. –se quejó la criatura. –Y no me entero de nada de todo lo que estáis hablando. Yo solo quiero mi mural.
–Pero… ¡Un ochenta y cinco por ciento es una barbaridad por un trabajo que voy a hacer yo! –protestó Vann Téttmalin.
–Bueno… como el pulpo este no se entera y somos menos a repartir lo puedo dejar en el setenta y cinco. –trató de negociar en voz baja con Emil y el pintor.
La criatura de muchos tentáculos puso mala cara al escuchar que se referían a él cómo Pulpo, pero contuvo las ganas de aplastar al pequeño humano porque su forma de hablar le parecía muy graciosa.
-¡Vale!, ¡vale!, de acuerdo, lo que sea, acabemos con esto. –protestó Emil.
–¿Cómo?, ¡Tampoco es justo que se quede con un setenta y cinco por ciento de mi trabajo sin hacer nada! –contestó el pintor con gran indignación.
–A ver… Somos cuatro, yo renuncio a mi parte y está claro que para Greg, viviendo en esta dimensión, el concepto de dinero no tiene sentido, así que técnicamente te estás quedando con lo que te correspondería en un principio. –intentó calmar los ánimos el guardia.
Y todos se quedaron pensativos por un momento.
–¡Bien dicho! – dijo por fin Walls.
–Estoy condenado a ser explotado por este tipo… No me lo quito de encima. –se lamentó Vann.
–Greg, como puedes ver, ya está todo aclarado y tu vas tener el mejor mural resistente al agua que puedas imaginar para adornar tu cueva. ¿Podemos proceder con el asunto de la puerta? –quiso zanjar Emil.
–Vale, ¿pero estáis seguros de que ese protector de nosequé funcionará? –dudó Greg.
–¡Totalmente! Podríais hacer un grafiti en el fondo de una piscina y gracias a esto no se borraría nunca. –quiso tranquilizar Walls Wolf mientras enseñaba el bote metálico de aceite para cuidado de piedra natural, al tiempo que le daba unas sonoras palmaditas.
–Está bien, está bien. Apartad para que pueda proceder al ritual. –anunció la criatura de muchos tentáculos con una voz profunda y seria.
Y luego carraspeó, miró hacia la pared de la cueva con mucha concentración mientras su cuerpo se elevaba lentamente sobre sus tentáculos y pronunció unas breves palabras mágicas en un lenguaje cuyos vocablos parecían tener demasiadas consonantes para tan pocas vocales.
Una suave línea de luz verde empezó a moverse en línea recta abriendo una grieta sobre las rocas, hasta que llegó un momento en que giró noventa grados a la izquierda para continuar su camino, y luego volvió a repetir el mismo quiebro enseguida, para finalmente llegar hasta el suelo y así formar una puerta que se abrió lenta, pesada y automáticamente, como si tuviera bisagras mágicas en su lado izquierdo sobre las que pivotar.
Todos los presentes en la escena, salvo Greg, que ya había visto antes los efectos especiales que se generaban ante la conjura de este hechizo, se quedaron boquiabiertos.
–Bien, ya puedes llegar a tu destino. –anunció Greg. –Aunque espero que no te olvides del coste que tendrá esto para Emeral. –añadió como recordatorio.
–No te preocupes, seguro que se las apaña. –Contestó el guardia, mientras sin demora ni cuidado cruzaba la entrada que acababa de abrirse ante sus ojos y se encontraba con una pequeña sala de planta cuadrada en cuyo centro flotaba un toroide luminoso que giraba lentamente al tiempo que emitía un suave y eléctrico zumbido.
Emil se acercó lentamente, mientras los demás intentaban ver la parte interior de la nueva oquedad en la pared a una distancia prudencial.
–¿Ahí dentro hay un tesoro? –interrumpió el señor Walls.
–¿Es que no puedes pensar en otra cosa? –le espetó Vann Tettmalin.
–Bueno a ver… es que si lo hay, tendré que negociar mi parte por descubrirlo y… –quiso explicarse el hombrecillo.
Pero de pronto, al captar la cercanía del joven guardia del castillo, con un fogonazo y bastantes chispas de color rojizo, el anillo de luz flotante se lo tragó, haciéndolo desaparecer por completo, y todo quedó de nuevo en silencio, salvo por otro rápido destello, tras el cual regresó el casi imperceptible zumbido.
Los espectadores del acontecimiento, por otro lado se quedaron mirando inexpresivos durante unos segundos.
–Bueno, a ver… puede que tengas razón y este siendo un poco avaricioso. Al fin y al cabo el chico renunció a su parte del negocio para meterse ahí, así que… bueno, no vale la pena que yo también entre, ¿no? –interrumpió Walls, asustado. –Por mí… si sigue vivo y hay un tesoro puede quedárselo. Seguro que le hará falta para comprar unos anteojos después de recibir ese resplandor tan cerca.
Una mariposa negra y azul brillante apareció de la nada, se metió en la cueva como si se hubiera dejado caer desde el techo, y se fue aleteado tranquilamente hacia la salida.
–Esto… ¿Eso es normal? –inquirió Vann Téttmalin
–Sí, la mariposa lleva el mensaje hasta Emeral de que el camino especial ha sido abierto, pero… ¿Vosotros no habéis visto una sombra con forma de gato entrar en el portal después del chico? –preguntó Greg con cierta preocupación. –Porque eso si que no lo había visto antes…
El pintor y el hombre de negocios se miraron extrañados, negaron con la cabeza y luego se encogieron de hombros al mismo tiempo.
Capítulo XXIV: La historia de la hermana de Emeral
Después de observar una cegadora luz blanca, Emil vivió unos instantes en los que parecía carecer de forma física, aunque aun podía oír a los compañeros que dejó atrás discutiendo. Luego, el sonido también fue desvaneciéndose hasta el silencio, y su visión, una vez más, se quedó en negro, lo que ya empezaba a convertirse en una costumbre en su vida. Durante un instante que se le hizo demasiado largo, el joven podía sentir su existencia, pero se notaba perdido en algún lugar muy oscuro, así que no se le ocurrió nada mejor que intentar caminar, a pesar de que no percibía que hubiera un suelo bajo sus pies…
Y funcionó.
Al segundo paso ya podía notar y escuchar su pisada, y después de algunos pasos más, sintió como atravesaba la penumbra y volvía a contemplar formas y objetos. En concreto, no tardó en reconocer una biblioteca enorme, llena de altísimas estanterías repletas de libros viejos y polvorientos que formaban laberínticos y estrechos pasillos. Distraído, se quedó curioseando los volúmenes más llamativos, de gran tamaño y con adornos dorados y coloridas ilustraciones de criaturas desconocidas. Y al tratar de coger uno, se dio cuenta de que su cuerpo lo atravesaba y su mano parecía evaporarse en una especie de humo, que volvía a concentrase en su lugar cuando dejaba de intentar el contacto con una superficie. Sin duda estaba alucinando, experimentando una sensación desconocida de estar en un lugar al que no pertenecía e incluso, tal vez, al que, si lo hubiese preguntado, no le habrían dado permiso para visitar, cuando de pronto, la voz de una mujer resonó al fondo de la sala y llamó su atención.
–¡No me lo puedo creer! –dijo la voz. –Me encanta el conjuro del Golem y lo de poder ver a través de él. Es como estar en dos sitios a la vez. – añadió con entusiasmo
El guardia de palacio, poseído por la curiosidad, se movió rápido por el laberinto, incluso haciendo uso de su ventaja de atravesar objetos, tratando de seguir las palabras de la chica hasta que consiguió divisar a lo lejos unos destellos azulados y verdosos. Y supo exactamente hacia donde debía dirigirse.
Una Emeral del pasado, muy joven, y embutida en un complicado vestido de doncella azul claro, con un lazo en la zona lumbar y una falda acampanada rasgada y llena de manchas; se encontraba arrodillada en el suelo, con la cabeza levantada hacia el techo y los ojos en blanco. A su alrededor, un viento suave mecía sus cabellos y hacía pasar las hojas de varios libros abiertos en el suelo delante de ella.
Emil se quedó mirando la escena un rato antes de intentar acercarse y no tardó en contemplar como la doncella volvía en sí y se levantaba bruscamente ante el sonido de varios golpes en la puerta de entrada de la biblioteca.
¡Pum, pum, pum!
–¡Ya os dije que estoy bien!, ¡Dejadme tranquila un par de días más!
–¡Disculpe señorita Emeral, pero tenemos órdenes de llevarla ante el rey. Me temo que insiste en que regrese a sus quehaceres diarios de acompañamiento y asistencia a la Princesa! –advirtió un hombre desde el exterior.
Pero Emeral hizo caso omiso y continuo pasando páginas y leyendo con verdadera señal de interés en su rostro.
Mientras, fuera, varios guardias del castillo parecían charlar entre sí.
–¿Qué hacemos, señor?, ¿Tiramos la puerta abajo? –pareció escuchársele decir a un subordinado.
–¿Quién va a tirar la puerta abajo, tu? –respondió quien parecía ser otro guardia de menor rango.
Y continuaron hablando:
–No… bueno, a mí me da vergüenza, esperaba que lo hicieras tú.
–¿Vergüenza? Dirás que no tienes fuerza para hacerlo.
–¿Cómo que no? ¡Ahora verás!
PUM
–Ay, creo que me he roto un brazo.
–Ja, ja, ja. Ya te dije que eres muy canijo para hacer eso. Espera y verás cómo se hace.
–Por favor, ¿podéis dejar de ser tan animales y traed algo para reventar la puerta en vez de daos de cabezazos contra ella?, Que bastante mal estáis ya de la azotea como para seguir empeorándolo, maldita sea. –interrumpió la voz de quien parecía estar al mando.
–¡Sí, señor! ¡Discúlpenos, señor! –contestaron los guardias menores al unísono.
Y ante la previsión de lo que se venía, Emeral chasqueo la lengua en señal de disgusto, y concentró una mirada intensa en la entrada de la biblioteca, logrando de alguna forma mágica que unas raíces empezaran a brotar del suelo y crecieran de forma acelerada, transformándose paulatinamente en una frondosa y robusta planta que se fue fusionando con la madera de la puerta y enredándose sobre las manijas metálicas para dificultar enormemente su apertura.
–Estaba claro que esa chica es una bruja –se confirmo mentalmente a sí mismo Emil.
Pasaron así, después, unos minutos en los que el murmullo de los hombres reunidos en el exterior, se tornó en golpecitos y carreras para conseguir refuerzos y trazar un plan de asalto por la fuerza bruta. Hasta que…
¡BUM!
¡BUM!
Un poderoso estruendo indicó la colisión de un poderoso y pesado ariete manejado seguramente por un grupo de aguerridos soldados. Sin embargo, no estaban logrando absolutamente nada, más allá de que se desprendieran unas pocas hojas del vegetal que, con su fortaleza, impedía el acceso a la estancia.
¡BUM!
–Capitán, debe haber colocado algo detrás de la puerta. No se mueve ni un milímetro.
–¿Y si le prendemos fuego? Con eso lograríamos hacer un hueco en la madera, y además la chica tendrá que salir con el humo.
–¿Qué?, ¿Fuego?, ¿Es que están locos? Por favor, capitán, no permita que le hagan daño a mi hermana! –Se escucho de pronto la súplica de una niña.
Emeral abrió los ojos de par en par y se tapó la boca con las manos. Parecía que por primera vez en muchos días era consciente de que había estado ausente y se había olvidado de todo, incluyendo la persona más preciada para ella, su hermana pequeña.
–¿Rake?, ¿Estás ahí? –preguntó la doncella mientras sentía una gran presión en el pecho provocada por la culpa.
–Estoy aquí, hermana. He venido a ayudarte. –contestó la pequeña. –No sé qué te ha pasado ni por qué no quieres salir, pero llevas mucho tiempo ahí encerrada y Rhail y yo estamos preocupadas. Además, ni siquiera sabemos si estas comiendo algo. –añadió.
Emeral caminó lenta y cabizbaja hacia la salida mientras las ramas que la protegían empezaban a serpentear marcha atrás para retirarse y desaparecer de nuevo bajo la tierra, y una vez se acercó lo suficiente, Emil, que la seguía a una distancia prudente para no ser visto, se fijó en como la joven se sacó del escote un medallón dorado que llevaba colgado al cuello con una fina cadena e hizo que se transformara en una llave que encajaba perfectamente en la cerradura de la puerta.
Observando la situación desde el otro lado, los guardias y la pequeña Rake escucharon como se desbloqueaba el cierre, y la vieja madera de lo que para ellos era la entrada, se quejó cuando la hoja pivotó para efectuar un pesado movimiento de apertura.
Rake corrió para abrazar a su hermana, que la esperaba con los brazos abiertos, una sonrisa y una lagrima que le caía por el rostro, pero uno de los guardias la interceptó y la sujetó en el aire para retenerla, mientras otros dos sujetaban por los brazos a Emeral, que enseguida empezó a revolverse para zafarse del agarre con el que pretendían inmovilizarla.
–Soltadme y dejar en paz a mi hermana si no queréis que me enfade. –advirtió la doncella.
–Tenemos órdenes de llevarte hasta el rey para que puedas dar explicaciones de lo ocurrido. Después se te pedirá que te cambies y te prepares para estar presentable y asistir inmediatamente a tus obligaciones. –dijo el capitán de la guardia del castillo con cierta pomposidad en su tono.
–¿Y si ya no quiero hacer nada de eso? –respondió la chica con rebeldía.
–Entonces tú y tu hermana pequeña seréis castigadas. –sentenció el capitán.
–¿Qué tiene que ver mi hermana en esto? ¿Te parece bien amenazar a un niña?, Pues ahora sí que has hecho que me enfade.
Emeral levanto los brazos sin ningún esfuerzo aparente y al mismo tiempo, los soldados que la sujetaban flotaron y se estrellaron contra el techo, quedándose ahí pegados como si para ellos se hubiera invertido la gravedad. Luego apuntó con la palma de su mano al tipo que tenía a la niña agarrada e hizo que este saliera disparado varios metros hacia atrás como si una poderosa fuerza invisible lo hubiese empujado con una potencia sobrehumana.
Rake al verse libre corrió, y se abrazó por fin a su hermana mayor, que la estrechó con su brazo izquierdo mientras amenazaba al resto de guardias y al capitán con la mano libre.
–¿Habéis visto eso? ¡Es una bruja! –dijo el hombre que se levantaba del suelo después de haber sido lanzado por los aires.
–¡Maldita sea! ¡Nadie nos dijo que nos tendríamos que enfrentar a una bruja! –Se lamentó con temor otro.
–¿Qué hacemos ahora? –preguntó uno cualquiera que pudiera darle instrucciones.
–¡Quemadla! –dijo otro de los soldados al fondo del pasillo, asustado.
–¡No! ¿Qué hacéis? ¿Os habéis vuelto locos? –trató de frenar el capitán.
Pero ya era tarde y uno de los sujetos había lanzado una antorcha hacia las chicas, cuya llama se extinguió en el aire, como si se quedara sin oxígeno, con un solo gesto de la mayor de las hermanas, quien luego además tuvo que esquivar el palo de madera medio quemada para que no le golpeara la cabeza.
Todos se miraron durante un instante intentando tranquilizarse, mientras los individuos del techo por fin se sintieron liberados y cayeron al suelo saliendo a correr despavoridos para protegerse detrás de su superior de inmediato.
–¿Sois conscientes de que habéis intentado quemar a una niña de once años? –dijo la doncella indignada.
–Perdón, me asusté… es que… ¿Habéis visto eso? No podemos… Quiero decir… ¿Qué hacemos ante esta situación? ¡Es una bruja! –señaló el guardia que acababa de lanzar la antorcha.
–Vale, vamos a calmarnos, estamos todos un poco nerviosos…
Y todos bajaron lentamente sus armas y se relajaron, al mismo tiempo que la pequeña Rake salió de la protección de su hermana y, cuando pudo procesar la escena de batalla que acababa de contemplar, la observó con los ojos llorosos y muy abiertos mientras daba un paso atrás.
–¿Cómo has hecho eso? –preguntó Rake temblorosa.
–No te preocupes, solo es un poco de magia. He estado aprendiéndola estos días leyendo libros de la sección prohibida de la biblioteca. –respondió la doncella al tiempo que se agachaba ligeramente para estar a la altura de la niña.
–Pero… ¿Por qué ya no quieres estar conmigo y con la princesa? ¿De verdad te has convertido en una bruja? –la pequeña seguía alejándose lentamente mientras interrogaba a su hermana mayor con una mirada que reflejaba cierto temor y algo de decepción.
–¡No, no! Pequeñaja… tranquila, por favor. No es que me haya convertido en alguien malvado ni nada de eso, pero he encontrado una manera de ser fuerte y… y siento que ahora tengo un propósito y puedo hacer de este un mundo más justo, y cuidarnos, y dejar un futuro mejor para ti… y… y…
De pronto el discurso tranquilizador de Emeral se interrumpió cuando Rake estuvo lo bastante cerca del capitán como para agarrarla con fuerza y ponerle una daga en el cuello con clara intención de lograr la rendición de la doncella. Sin embargo, antes de que pudiera siquiera amenazarla, notó que, tras una mirada penetrante de su rival, perdía las fuerzas y el arma simplemente se le resbalaba de la mano. Luego una media sonrisa se dibujó en la cara de la doncella y esta levantó la mano, dispuesta a lanzar un hechizo de castigo. Emil, desde su posición, pudo ver cómo mientras el capitán se apartaba dejándose caer hacia atrás por el susto, uno de sus subordinados que se encontraba detrás de él se protegía interponiendo su escudo en la trayectoria de la magia, haciendo que esta rebotara y se estrellara contra el techo, provocando una pequeña explosión y posterior desprendimiento.
Una nube de polvo lo envolvió todo, y cuando por fin se despejó, Emeral fue consciente de que bajo los escombros que acaban de caer, podía verse asomar parte del cuerpo de la pequeña Rake.
–¡No!, dios… ¡No, no, por favor, no! –Suplicó la doncella entre lágrimas mientras se lanzaba a quitar uno por uno los cascotes que cubrían a su hermanita.
–¡Rake!, no, no, no… pequeñaja… lo siento mucho… –apenas lograba pronunciar la preocupada hermana mayor entre la rabia y el llanto. –¡Ayudadme!, ¡maldita sea! –se quejaba además ante la pasividad del resto de presentes, que estaban en shock.
–Dime que estás bien… por favor… dime que estás bien…
Pero cuando por fin pudo retirar algunos fragmentos más del techo que cubrían la cabeza de la chiquilla, Emeral pudo ver la gravedad de las heridas y sintió el triste tacto del cuerpo sin respuesta vital de su joven hermana. Sacó entonces toda su fuerza para terminar de arrancarla de su entierro y abrazarla con todas sus fuerzas.
–¡No!, ¡pequeñaja, lo siento, lo siento…! ¡Por favor, despierta, no me dejes…! –gritaba la doncella con rabia y sin poder contener el llanto.
De repente, Emil se miró las manos de su cuerpo espectral y se sintió frustrado de no poder al menos reconfortar a quien le ayudó cuando empezó a sentir los primeros síntomas de estar enfermo. Y se acercó. Pero volvió a comprobar que lo único que podía ser en ese recuerdo era un espectador. No tenía permiso para ayudar, advertir o alterar nada y por ello, cuando se percató antes que nadie de una nueva presencia, intentó decir algo, pero nadie podía oírle.
La Muerte de las doncellas se acercó sigilosa hasta Emeral, que seguía abrazando desconsoladamente el cuerpo de su hermana, luego llevó una de sus huesudas falanges detrás de su cabeza y saco un puñal semitransparente que desprendía un aura azulada y que, hasta ese momento, le había servido como sujeción para hacerse un elegante recogido en el cabello. Así, al mismo tiempo que su pelo quedó suelto y se agitó suave y estiloso con el movimiento, propinó un rápido corte que atravesó el cuerpo de la niña y extrajo su alma, que se hizo visible como una versión fantasmal, traslucida y sin color de la pequeña Rake, a la que cogió de la manó e invitó a caminar hacia el fondo del pasillo. Hasta que tuvo que detenerse cuando se vio interpelada por un desgarrador grito de dolor.
–¡No, no, no!, ¡Espera!, ¡No!, ¡puedes llevártela!
Al levantar la cabeza, la joven hechicera, pudo ver a un espectro esquelético, con largos cabellos oscuros y un vestido negro muy elegante, aunque viejo y gastado, con una falda amplia y lleno de adornos y brillantes filigranas, y comprendió se había aparecido con el único objetivo de llevarse el alma de su hermanita hasta el otro mundo.
–No entiendo lo que ha pasado. Yo solo quería que volviéramos a jugar juntas con la princesa y ahora… ahora… ¿se acabó? –La voz del alma de Rake entre sollozos, sonaba con eco, como si estuviera ya, en parte, en un lugar que no existía en ese mundo. –no… no quiero irme todavía… no estoy preparada. ¿Por qué me has hecho esto? –continuó.
–¡¡No!!, ¡No puedes llevártela! No puedes… espera, no. Sé cómo arreglar esto. ¡El artículo doce! –pensó Emeral en voz alta.
–¿El artículo qué?, ¿Qué dice?, ¿se ha vuelto loca? –dijo un guardia extrañado.
–¿Con quién habla? –susurró otro.
–Es horrible lo que ha ocurrido. –dijo el capitán, apenado.
–Parece que se ha vuelto loca… –respondió un tercer guardia.
Y mientras todos los presentes, que parecían no poder ver a la Muerte de las doncellas ni la representación del alma de Rake, conversaban entre sí, la hechicera corrió a la biblioteca y trajo un libro abierto por una página concreta y se lo mostró a la fantasmal doncella, que inesperadamente mostró una sonrisa de medio lado, desafiando la rígida estructura de su cráneo y su falta de músculos o tendones.
–Ja. ¿Estás loca? ¿Quién eres tú para invocar ningún artículo? –dijo finalmente.
–Me temo que soy la nueva oposición de tu jefe. –respondió Emeral con más seguridad en sí misma que nunca.
–¿La qué?
La espectral figura de la Muerte de las doncellas pareció alzar una ceja que no tenía, se colocó el cabello detrás de una oreja de la que carecía, y miró a la pequeña Rake antes de encogerse de hombros.
Y entonces, con un destello cegador desapareció llevándose consigo a la niña.
Emeral, lejos de lamentarse, se colocó el libro que previamente sostenía, bajo la axila, se secó las lágrimas y se acercó al cuerpo de su hermana para colocar sus manos sobre él. Poco a poco sus palmas bajaron la temperatura hasta empezar a ir congelando paulatinamente el cadáver de la pequeña y dejarlo así fijo en el tiempo. Y mientras esto ocurría, Emil estaba petrificado. Al contrario que el resto de guardias en la sala que no se estaban enterando de nada. Para ellos solo existía la visión de una bruja hablando sola, volviéndose cada vez más demente por la pérdida de un ser querido y lanzando extraños hechizos sin motivo alguno, así que muchos empezaron a escabullirse para escapar de aquella complicada situación mientras podían y el resto, incluido el capitán, no tardaron en seguirles, cosa que no importó a la joven hechicera. Ella no paraba de correr de un lado a otro sin parar. Después intentó centrarse y fue y volvió a la biblioteca un par de veces hasta que finalmente regresó con una tiza con la que empezó a dibujar en el suelo un círculo, que contenía un pentagrama y dentro del cual trazó a su vez una estrella de cinco puntas. Por último se colocó ante su obra, abrió el misterioso volumen, del que no se separó ni por un momento por la página central, y leyó lo que sonaban como palabras mágicas en un lenguaje muy antiguo y difícil de pronunciar.
Una potente luz rojiza que parecía surgir de los contornos de la circunferencia de tiza se proyectó hasta el techo durante un momento y luego suavizó su intensidad, dejando ver entonces la terrible figura de DØt, también conocida como Muerte Suprema, cuya presencia hizo que el joven Emil se ocultara instintivamente detrás de una columna por el miedo.
–¿¡Qué demonios está pasando, niña!?, ¿¡Cómo te atreves a invocar mi presencia!?, ¿¡Acaso crees que no tengo otra cosa mejor que hacer que venir a jugar contigo!?
–De niña nada, te he traído ante mí para anunciarte mi candidatura como oposición a Muerte Suprema.
–¡Ja, ja, ja!, Estarás de broma, ¿no?, ¿tu, Muerte Suprema? –Se burlo DØt
–¡Eso es!
–¿Y cómo piensas lograrlo, matándome?
–Podría hacerlo… pero he decidido usar métodos legales. –Anunció Emeral, fingiendo una confianza que en realidad no tenía, mientras enseñaba una página de su libro a su nuevo interlocutor.
–¿Qué es esto?
La Muerte pareció leer con curiosidad el texto que tenía frente a sus cuencas oculares vacías mientras se rascaba su huesuda mandíbula con los extremos de las falanges de su mano derecha.
–Vaya, vaya, así que tenemos aquí una humana experta en leyes del más allá. –se divirtió el espectro. –Lástima que no hayas pensado en que se necesita cumplir una serie de condiciones que no se están dando en tu caso para que puedas aspirar a ocupar este, por otro lado ingrato, aunque privilegiado… puesto. –agregó con cierta prepotencia.
–¿Ah, sí?, ¿Cómo cuales?
–Como tener el aval de al menos uno de los nuestros. Eso solo para empezar el proceso.
Emeral buscó rápidamente en la página con su dedo índice e hizo una lectura acelerada de cada uno de los puntos que se indicaban como requisito y cuando vio que efectivamente DØt decía la verdad, su cuerpo pareció rendirse ante la ley de la gravedad y se desplomó de rodillas en el suelo en señal de rendición.
–¡Ja, ja, ja! Creo que es la primera vez que veo que alguien vivo desea este trabajo, pero… ¿De verdad pensabas que era tan sencillo como solicitarlo y ya está?
–Sé que tendré que pasar algunas pruebas y luego conseguir más apoyos que tu, pero no me fijé en el detalle del aval para empezar el procedimiento… –se lamentó la doncella hechicera.
Y las carcajadas de la Muerte Suprema llenaron la sala durante unos segundos, hasta que se vieron interrumpidas.
–En realidad sí que tiene un aval. –interrumpió una voz profunda y seria.
–¿Quién..? –preguntó Emeral buscando por todas partes a la persona o ser que acababa de decir esas últimas palabras.
–El mío.
La Muerte de los guardias, que había estado allí escondido todo el tiempo en previsión de que tuviera que encargarse del fallecimiento accidental de uno de los hombres presentes en la batalla previa, se dejó ver.
–¿Qué? ¿A qué viene todo esto? ¿Ahora estas compinchado con esta humana tan patética? –inquirió DØt.
–Digamos que he visto todo lo que ha pasado aquí y me ha conmovido. –Se explicó Vakt, la Muerte de los guardias.
Emeral se volvió para ver a su inesperado salvador y sintió ganas de abrazarlo.
–¿Con… conmovido?, ¿Qué demonios estás diciendo?
La Muerte Suprema se quedó un segundo pensativo intentando comprender la situación.
¿Haces esto para fastidiarme, verdad?, pero sabes que no va a servir de mucho. La muchacha ni siquiera podrá pasar las pruebas para aspirar al puesto. –advirtió el espectro superior. –Aunque he de reconocer que tiene más valor que tú, que en vez de rivalizar conmigo directamente recurres a un pelele que te has encontrado de casualidad. –añadió en tono de provocación.
–Yo mismo me ocuparé de verificar la validez de la candidata y en caso de que no me convenza, retiraré todos mis apoyos, pero me gustaría saber que tiene pensado esta joven como alternativa a tu reinado. –razonó Vakt, mientras miraba fijamente a Emeral desde dos pequeños destellos azules que surgían de la profundidad de sus cuencas oculares.
DØt miró a un lado y a otro como muestra de confusión ante lo que estaba pasando, luego suspiró y se concentró en que sus huesos faciales compusieran su rostro más furioso.
–Debería simplemente haceros desaparecer a los dos aquí mismo… –hizo una pausa para cambiar de expresión de nuevo. –Pero creo que me divertiré con todo esto. –Sentenció finalmente la Muerte Suprema con una malévola sonrisa.
E inmediatamente se dio media vuelta y regresó su ósea y delgada figura al interior trazado de tiza y fue desapareciendo como si el suelo dejase de ser sólido por un momento y la tierra se lo tragara.
Emeral suspiró aliviada y luego abrió la boca para decir algo en señal de agradecimiento al sujeto que acababa de acudir en su ayuda, pero este le interrumpió antes de que fuera capaz de articular palabra.
–Me parece que tienes demasiada vida y mucha piel y carne vistiendo tus huesos como para que mis compañeras se identifiquen con alguien como tú, y al final vas a necesitar más apoyos que ella. Y no sé si sabías que es bastante popular. –Advirtió cortante la Muerte de los guardias.
La hechicera no supo que decir, pero no podía dejar de sonreír.
–Y tendrás que pasar un examen de magia y dejar atrás tu mundo, si finalmente lo consigues. –Añadió la Muerte.
Pero la chica lo tenía claro.
–Si has visto lo ocurrido entenderás por qué lo hago y por qué voy a conseguirlo cueste lo que cueste.
–Quieres resucitarla. –afirmo escuetamente Vakt para aclarar que entendía la situación.
–Sí.
–No sé si será tan sencillo como piensas, pero de momento me interesa apoyarte, así que espero que me demuestres que sacrificaras todo para lograrlo.
La Muerte de los guardias extendió sus falanges y esbozó una sonrisa con la mandíbula de su fantasmagórico cráneo, a lo que la hechicera respondió con un apretón de manos para sellar su alianza.
–Soy Vakt, por cierto.
–Encantada, mi nombre es Emeral y, aunque ya me explicarás que pretendes conseguir con tu apoyo, acepto tu ayuda interesada.
–Por casualidad no tendrás un almacén donde podamos reunirnos para planear los siguientes pasos que tendremos que dar, ¿verdad?
–Umm, creo que retocando algunas cosas podremos usar mi habitación. –respondió la hechicera.
Pero luego volvió su mirada hacia el cuerpo rígido y mágicamente congelado de la pequeña Rake.
–Acompáñame. –dijo finalmente mientras recogía el cuerpo de su hermana en brazos y se ponía en camino hacia la habitación que tenía al otro lado, en una de las torres del castillo.
Vakt siguió a su nueva socia por los largos pasillos del gigantesco edificio, caminando ruidosamente sobre sus huesudos pies, sin percatarse que un Emil invisible del futuro también les acompañaba hasta su destino. Así, cuando por fin llegaron, los tres se adentraron en una lujosa alcoba digna de una doncella asistente de la princesa que al joven guardia le sonaba de algo por su planta circular.
Emeral apartó las cortinas, blancas impolutas, hechas de delicados encajes semitransparentes, del dosel de su cama y depositó sobre el mullido colchón, con mucho cuidado, a su hermanita fallecida, tras lo cual, prácticamente todo, incluidos la hechicera y la muerte se fueron haciendo cada vez más transparentes a la vista de Emil, hasta que desaparecieron por completo, mostrando en su lugar las estanterías llenas de libros, los garabatos con tiza en el suelo, la mesa con la máquina de “resonancia grafítica”, las cajas y todos los elementos que formaban parte de la habitación de la hechicera en la actualidad.
–Supongo que estoy de vuelta en el castillo del presente. –pensó el guardia en voz alta al darse cuenta que su cuerpo se había tornado real y sólido de nuevo.
Por fin, Emil sintió una alegría repentina al ver que estaba tan cerca de recuperar su puesto de Héroe, por lo que no quiso entretenerse más, ni pensar en donde estaría la bruja en ese momento. Más bien sintió alivio de no encontrársela en esa situación. Quien sabe lo que le habría hecho si una mujer como ella le ve aparecer en sus aposentos así de repente. Se dirigió, entonces con decisión a la puerta de salida y la abrió sin ningún cuidado con el objetivo de poner rumbo hacia las escaleras de bajada de la torre, pero cuando quiso darse cuenta, sintió que la hoja de una espada muy afilada le presionaba en el cuello y le invitaba a detenerse y permanecer muy quieto si quería conservar la cabeza sobre sus hombros.
– Vaya, vaya, ejem. Mira quien ha vuelto con las manos vacías, ejem. – El duende de la pajita retorcida en un vaso, ahora completamente vacío y sin una gota del mojito de pantano en él, le recordó al despistado guardia que se había comprometido a traerle hace días unos barriles.
– Glups.
– Te dije que no, ejem, me la jugaras. Ahora tengo la boca, ejem, seca y tú tienes un problema.
– Esto… Justo ahora iba a ver a mi compañero y a pedirle los barriles que te prometí. Si me permites te los subo en un momento y… – Dijo Emil mientras se giraba para mirar a la cara al duende y tratar de convencerle.
–No creo que hayas estado todo este tiempo ahí dentro con esa mujer y sigas vivo, así que me imagino que hay alguna otra salida por la que has estado yendo y viniendo evitando encontrarte conmigo.
–No… Quiero decir, algo así, si, pero no lo hice por evitarte. Es decir, puedo explicarlo, estuve…
–¿Y ahora me vas a, ejem, contar un cuento porque crees que voy distraerme en algún momento y a dejar que te vayas, ejem, otra vez? – El tipo le pincho con la punta de su arma en la garganta como amenaza para que dejara de moverse y una gota de sangre se deslizó lentamente por la piel de su cuello.
–Me temo que hasta aquí has llegado, ejem, amigo… A este duende no le deja nadie, ejem, con la boca seca, tantos días y vive para, ejem, contarlo.
–¿¡Y si tenías tanta sed por qué demonios no has ido tu a por un barril! ? –Se quejó el guardia
–Porque sabía que volverías por aquí y te estaba, ejem, esperando. Para hacerte, ejem, pedacitos muy pequeños.
Emil, ante la situación de vida o muerte decidió desenfundar su espada y enfrentarse con valor a quien le amenazaba, pero al colocarse rápidamente en posición y situar la mano en la cintura donde debía tener enfundada su arma reglamentaria no encontró nada. Había olvidado que se la había entregado al señor Walls como pago por la membresía de las criptas.
–Je. Veo que eres un tipo muy rápido pero con, ejem, muy mala suerte. Hasta, ejem, nunca.
El duende calculó la estocada perfecta que acabaría con la vida del chico y se dispuso a ejecutarla con elegancia y precisión, pero de repente una lanza salió desde el interior de la habitación de Emeral y bloqueó el ataque, haciendo que la hoja saltara por los aires y luego aterrizara en el suelo.
–¿Qué hacéis, insensatos? ¿No veis que estoy de baja y no tengo sustituto? ¡Haced el favor de no hacerme trabajar hoy! – Interrumpió la muerte de los guardias que llevaba la tibia izquierda vendada y cojeaba ligeramente.
–Ah, ¡la Muerte! –se asustó el duende.
–¿Cómo, puedes verla? –se sorprendió Emil.
Pero a mitad de la pregunta, el pequeño duendecillo ya se había marchado corriendo hacia el lado contrario, antes de descubrir si aquel espectro le tenía en su lista y venía a llevarse su alma. Al fin y al cabo, el también trabajaba como guardia, así que pensó que perfectamente podía venir a por él.
–¿La muerte acaba de salvarme la vida?
–Que va, no te preocupes, no era una estocada mortal. Pero te habría herido de gravedad y tendría que estar pendiente de si te habría perdonado o rematado, si te arrastrarías para pedir auxilio mientras perdías mucha sangre y lo encontrabas… Un lio en mi estado. –respondió Vakt.
–¿Pero no está mi destino escrito y tienes un reloj con el tiempo que me queda y todo eso?
–¿Esos cuentos os contaban de niños? No, no hay un destino escrito. Ojalá, si supiera mi horario laboral exacto podría hacer planes, pero siempre tengo que estar de guardia. –Se quejó la Muerte.
Emil se puso nervioso al volver a fijarse en los destellos azulados en los ojos del espectro, así que miró torpemente para abajo.
–¿Y tu… pierna? ¿Cómo te lo hiciste? –
–Oh, no es nada, pero no preguntes.
–Vale…
–Si quieres ya puedes marcharte. No tenemos nada más de que hablar tu yo. –cortó la Muerte de los guardias.
Y aunque Emil cogió aire e incluso abrió la boca para decir algo, luego se detuvo sin pronunciar palabra y simplemente se giró para echar a correr escaleras abajo, teniendo, eso sí, algún pequeño tropiezo con las prisas que por suerte no acabó en una aparatosa caída.
–No, si todavía se mata el muy estúpido… –pensó Vakt.
–¡Ten cuidado!¡Y no vuelvas por aquí sin los dichosos barriles de mojito de pantano! –gritó después esperando que el joven aun pudiera oírle.
Luego se quedó mirando las escaleras un rato y se agachó para recoger la hoja de la espada que se había roto al ser bloqueada por su lanza.
–Pensándolo bien… Igual si que le he salvado la vida, ¿no? –Se dijo a sí misma la esquelética figura.
–Joder, espero que no me haya buscado un problema laboral por culpa de este tipo.
(Continuará...)
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